
Inteligencia artificial en la empresa: oportunidad estratégica sí, pero con garantías
Martín Rosa, abogado y socio director de IUS Confidence, comparte en Cinco Días su visión sobre los retos legales y éticos que plantea la implantación de la inteligencia artificial en el tejido empresarial.
La inteligencia artificial (IA) está redefiniendo el modo en que las organizaciones operan, toman decisiones y se relacionan con sus públicos. Desde sistemas predictivos hasta herramientas de atención automatizada o algoritmos para la gestión de talento, su impacto estratégico es evidente. Pero este avance tecnológico no puede desligarse del cumplimiento normativo ni de la responsabilidad empresarial.
Innovar con inteligencia artificial sin perder de vista la ley
El uso de IA conlleva, en muchos casos, el tratamiento masivo de datos personales —incluidos datos sensibles como los biométricos—, lo que plantea riesgos importantes para la intimidad y los derechos fundamentales. Tecnologías como el reconocimiento facial para el fichaje o la videovigilancia inteligente pueden parecer prácticas y eficientes, pero sin las debidas cautelas legales pueden generar un grave perjuicio a las personas.
El entusiasmo por automatizar procesos debe estar siempre equilibrado con una reflexión jurídica y ética: ¿cómo garantizamos el respeto a la privacidad en un entorno cada vez más automatizado?
El RGPD no basta: nuevos marcos legales para una nueva era
Aunque el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) sigue siendo el principal referente normativo, la realidad actual exige ir más allá. Las bases jurídicas tradicionales —como el interés legítimo o la ejecución contractual— no son suficientes si no se complementan con una evaluación de impacto en protección de datos (DPIA) y medidas sólidas que protejan los derechos de los interesados.
Una futura Ley de IA que marcará un nuevo estándar
El Gobierno español ya trabaja en una futura Ley de Inteligencia Artificial, en desarrollo del Reglamento Europeo aprobado recientemente. Esta norma introduce un régimen sancionador con multas millonarias para quienes utilicen sistemas de IA prohibidos o sin garantías.
Entre los usos expresamente vedados se encuentran aquellos que manipulen la conducta humana de forma subliminal o que evalúen a las personas en función de su comportamiento social, replicando modelos como el “crédito social” chino. Además, impone requisitos estrictos para sistemas considerados “de alto riesgo”, como los usados en justicia, educación, sanidad o recursos humanos.
Un enfoque empresarial basado en el riesgo
Las organizaciones deben adoptar un modelo de gobernanza tecnológica que clasifique sus sistemas de IA según el nivel de riesgo que representan para los derechos fundamentales. Esto implica:
- Realizar auditorías internas.
- Establecer protocolos de trazabilidad de decisiones automatizadas.
- Supervisar con intervención humana los sistemas con alto impacto.
- Definir códigos de conducta claros.
- Constituir (o al menos consultar) comités éticos.
Este enfoque proactivo no solo permite cumplir con las exigencias legales: también construye una reputación sólida ante clientes, empleados e inversores.
Ética y transparencia: activos de negocio en la era digital
Principios como la transparencia, la no discriminación, la seguridad o la rendición de cuentas ya no son solo buenas prácticas: son requisitos cada vez más exigidos por el marco regulatorio y por la propia sociedad.
En un entorno donde el uso responsable de la tecnología se ha convertido en un factor diferencial, actuar con ética es una decisión estratégica. Y la confianza, hoy más que nunca, es capital.
El papel clave del compliance y el asesoramiento legal
Integrar la perspectiva legal desde el diseño de cualquier sistema de inteligencia artificial es la única vía para prevenir riesgos, garantizar el cumplimiento normativo y mantener la sostenibilidad del modelo de negocio.
No basta con reaccionar ante los cambios: es imprescindible anticiparse. Cerrar los ojos ante esta realidad puede salir caro, tanto en términos económicos (por sanciones) como reputacionales.
La inteligencia artificial representa una revolución en marcha. Pero como toda revolución, puede construir o destruir. El reto empresarial no está solo en utilizarla, sino en utilizarla bien.
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